Por supuesto que si entraste en este post, es porque estás súper intrigado sobre “en qué se equivocó nuestro amigo Sartre”.
La frase “el infierno son los otros”, citada en su obra de teatro Huis Clos, Jean-Paul Sartre parece hoy, 2019, estar en jaque. La obra consta de dos mujeres y un hombre que, al llegar al infierno, se dan cuenta que el verdugo que tendrá que “hacerle pagar uno y cada error hecho en la tierra”, son simplemente sus otros dos concubinos. El castigo entonces será vivir los tres juntos por siempre.
"No se necesita hervir: el infierno son los otros" es una frase que el común de la gente repite debido que más de una vez nos sentimos en una situación parecida tanto en el trabajo, con amigos o amigas de nuestras parejas, o tal vez con algún familiar.
Es probable que en todos estos años, la frase de Sartre haya sido mal interpretada. El mismo filósofo dejó en claro que el infierno son los otros siempre y cuando no podamos escapar de su mirada. ¿Cuántas veces has dejado de hacer algo porque alguien te está observando? ¿Tú también eres de las personas que, si tuviese menos vergüenza, cantaría más de lo que lo hace? A esto también nos referimos. De una u otra manera, la frase sugiere que la existencia de los otros es una constante fuente de angustia e incertidumbre para el individuo.
El punto en cuestión es que, tanto Sartre como otros cientos de filósofos, entienden que nuestra existencia es un existir-con “un otro”. Entonces, si el infierno son los otros, también el cielo deben ser “los otros”.
Sobre esto, el obispo y teólogo Kallistos Ware comenta "Sartre dijo 'el infierno son los otros' y a veces se siente que así es. Pero no es así, el infierno soy yo alienado de los demás, rechazando relacionarme".
Si bien la obra de Sartre no deja de ser una crítica irónica hacia el cristianismo, el filósofo favorito de muchos y pionero en trabajar una amor libre con Simone de Beauvoir, también tenía súper en claro que la mirada del otro completa a un individuo, pero no por esto debemos darle tanta entidad como para convertirse en nuestro propio infierno.